Sofía, a punto de cumplir los cuatro años de edad, se despertó aquella mañana con la mejor de sus sonrisas. Tras cruzar el pasillo de puntillas para no hacer ningún ruido, cogió la pesada banqueta que le haría alcanzar el mueble donde su padre decía que guardaba los trastos. Tras asomar su pequeña cabeza y agudizar la vista, vió lo que estaba buscando, era de un dorado brillante. Justo lo que necesitaba. No sin esfuerzo, consiguió alcanzarlo, era simplemente un rollo de papel para envolver regalos, o eso decían los mayores. Se dispuso entonces a envolver una cajita que guardaba celosamente debajo de la cama.
Sofía, nunca conoció a su madre y era su padre el que la cuidaba y se encargaba de todo. No tenía hermanos y todavía era poco consciente de lo que significaba una familia. El dinero les era escaso por esos días y el padre de la niña se afanaba porque no faltara nada.
Terminó por fín la niña de envolver su cajita y fue entonces cuando su padre entro en la habitación y exploto en una furia desmedida:
-¿Por qué has desperdiciado un rollo de papel para envolver una simple caja?
-¡Estás castigada Sofía! así aprenderás a valorar las cosas y lo que éstas cuesta conseguirlas.
Sofía rompió en un mar de lágrimas.
A la mañana siguiente, la niña entró a la habitación de su padre y le regaló la caja envuelta.
-Esto es para ti, papá.
Él se sintió avergonzado y roto por dentro. Se cabreó con su hija por envolver una caja que acabaría siendo un regalo para él.
Pero abrió la caja y la encontró vacía...y de nuevo su padre entró en cólera y con furiosa ira volvió a increpar a su hija:
-¿Acaso no sabes que cuando se le da un regalo a alguien se supone que tiene que haber algo dentro?
La pequeña levantó hacia arriba el rostro y con lágrimas en los ojos dijo:
-¡Oh, papá, no está vacía! Yo soplé un montón de besos dentro de esa caja y todos son para ti.
El padre se sintió morir, rodeó con sus brazos el pequeño cuerpo de su hija y le suplicó que lo perdonara. Los dos rompieron a llorar...
Dicen que el hombre guardó esa caja dorada cerca de su cama por años y años y que siempre que se sentía derrumbado, tomaba de ella un beso y recordaba el amor que su hija había depositó ahí.
Feliz Navidad