Este blog ha sido ideado para plasmar en palabras los grandes y pequeños acontecimientos que van apareciendo en nuestra vida. Tal vez muchos vayan dirigidos a ti, lector conocido. O tal vez a ti que, aún pensando que me conoces, nunca lo has hecho

jueves, 29 de diciembre de 2011

Memory




Nunca he hecho balance del año que se acaba ni he confeccionado una lista interminable de propósitos para el año que está a punto de comenzar.
Para mí nunca ha habido “un año horroroso” ni tampoco ha existido “el mejor año de mi vida”. Simplemente intento vivir en el presente a sabiendas que el pasado ya no volverá y que el futuro, por mucho que me empeñe, no depende de mis propósitos y deseos.

Sin embargo, estos días estoy experimentando una nostalgia un tanto punzante que me obliga a recordar momentos vividos, algunos buenos y otros no tanto.
Recuerdo que cuando era pequeña mi único deseo era que finalizaran pronto las dichosas campanadas para poder seguir jugando. Y recuerdo a mi madre atragantándose aproximadamente con la tercera uva ingerida. Y recuerdo a mi padre repetir insistentemente: “son los cuartos, aún no empecéis”.



Dentro de dos días volveré a vivir la misma experiencia. Sé que mi madre, como todos los años, volverá a atragantarse con la tercera uva. También escucharé a mi padre “dirigir” las campanadas para que nadie se despiste. Pero yo no tendré ninguna urgencia y, esta vez sí, me he propuesto disfrutar de todas estas pequeñas cosas que han pasado desapercibidas a lo largo de los años, pero que hoy he tomado conciencia de lo mucho que las extrañaré cuando alguna de las piezas que forman este engranaje me falte.
Y en cada campanada me acordaré de todos vosotros que, en ese momento, no podréis estar a mi lado, pero que sí estaréis en mi corazón.

Y con la última campanada, que marcará las doce y, con ello, el inicio de un nuevo año, te enviaré un beso recién cocinado en mi corazón. Ojalá te llegue y ojalá sientas su calor para que pueda arrancarte esa sonrisa que tanto me gusta y que tan bien te sienta. Feliz 2012, guapito.

viernes, 23 de diciembre de 2011

¡Y qué noche!

Durante aquella mañana la canción se le repitió en la cabeza varias veces, ese ¡¡oyoiyoiyoioyoyoyoyo!! le retumbaba en la cabeza como el golpear de un martillo. Todavía se veía junto a su compañero de trabajo encima de esa mesa de vete a saber dónde gritando, ¡Danza Kuduuuuro!. Pero a la vez, ese soniquete le animaba y le hacía estar en plenas facultades festivas para la noche, ¡y qúe noche!.

Era una mañana muy fría, ideal para sacar su bufanda roja de ochos, un regalo de su madre hace ya tres inviernos. El sol del invierno de Madrid, que es poco más que el agua para el desierto, le recibió a su encuentro con la calle con los brazos abiertos. Su mirada, tras haber estado apagada días atrás, se activó. Aquel paseo matutino, le preparó para afrontar la noche con ganas, ¡y qué noche!.
Fueron pasaron las horas y el sol se fue despidiendo. Ese mismo sol del invierno de Madrid, tan activo hace apenas unas horas, se iba apagando en un atardecer lleno de nostalgia. Se fue con mucho sigilo. Su tiempo ya pasó, era el tiempo de la noche, tiempo para otra de esas noches cerradas de invierno, con su maravilloso y eterno vao. Empezaba pues una noche especial, ¡y qué noche!.

Antes de acudir al lugar de la celebración fue necesaria una ducha para calentar sus fríos y helados pies y, de paso, espabilar esas facultades festivas que tanto iba a necesitar. En su particular libro de la vida venía escrita la palabra diversión para esa noche, ¡y qué noche!.

Apenas había que andar una manzana para llegar a casa de su tía, lugar de esa celebración. La noche, ya dueña, le acompañó en el trayecto. La verdad es que poco a poco le fue ganando esa noche, ¡quién se lo iba a decir!. Besos por allí, otros tantos abrazos por allá e historias que contar y risas, muchas risas. Fue la previa deseada de esa noche, ¡y qué gran noche!.

Y entonces, cuando allí estaban todos, alrededor de una enorme mesa, le desapareció ese aire de festividad y una tristeza súbita le aplastó. Necesitaba espacio, y aire, kilos de aire. Las sillas vacías, y con ellas, sus recuerdos. El anhelo de ciertas miradas...

Pero cuando todo se hacía cuesta arriba, cuando la deseada festividad se nublaba, apareció el tacto de una mano irrepetible, unido ésta, a la firmeza de esa mirada sublime que te abraza...

No era entonces el fin de esa noche. La Nochebuena, con sus recuerdos, sus miradas, sus risas, sus excesos y...¡su chinchón! -¡Menos diez!



¡Y qué noche!


¿Qué es para ti la Navidad?

Hacía un par de horas que había anochecido y Daniel seguía pegado a la ventana de su cuarto. En la calle no hay más luz que la que nos concede las estrellas y la luna. Daniel miraba de reojo a su acogedora y caliente cama, pero no dejaría que le venciera el sueño. Hubiera dado cualquier cosa por tener una chimenea cerca para calentarse los pies, pero para ello debería de bajar hasta el salón y, en esos minutos, podría perderse su llegada.

La impaciencia empezaba a ser molesta, pero este año se había propuesto verle llegar. Con sus pequeños y brillantes ojos miraba, una y otra vez, el exterior. No se permitiría ni pestañear para no perder ningún detalle. ¡Qué gran recompensa sería ver a Papá Noël, con su traje rojo, y su trineo!

Pasaron las horas y Daniel acabó sucumbiendo al suave y provocador sueño y, finalmente, se quedó dormido con su cabecita apoyada en la ventana.

A la mañana siguiente, bien temprano, despertó sobresaltado y, al darse cuenta que ya había amanecido, no pudo reprimir el llanto provocado por la rabia de haberse perdido la llegada de la Navidad.

- ¡Nunca más le esperaré!- sollozó el pequeño.

Su decepción era tan grande, que se juró no salir de su cuarto en todo el día, aunque sus padres quisieran obligarle. Haría lo imposible y, si hace falta, se escaparía de casa y buscaría algún rincón donde no se celebre la Navidad.

Decidido, salió de su casa por la ventana lo más sigilosamente posible.

Consiguió doblar la esquina de su casa y se puso a andar sin un rumbo cierto. Daniel sólo quería alejarse de la Navidad. Tras andar unos minutos, se encontró un baúl en medio de la calle nevada. Era extraño que a esa hora no hubiera transeúntes que abarrotaran las aceras, pero Daniel tampoco dio demasiada importancia a ese hecho.
Se acercó al baúl misterioso muy despacio, como si temiera despertar algo o  alguien. De pronto se percató que había un chico en la calle, saboreando un caliente y apetecible chocolate. Daniel miró al chico y al baúl, con movimientos rápidos y, con una necesidad incipiente, se abalanzó sobre el baúl y lo abrió. Estaba vacío. ¡Otra decepción para ese día!

El pequeño se puso a aporrear el baúl mientras gritaba: - ¡Santa, te odio!

El joven que observó la escena, le dijo con voz alegre:

-          ¿Qué esperabas encontrar en ese viejo baúl?

Daniel miró con cara de pocos amigos al desconocido y espetó:

-          A la Navidad.

El joven levantó una ceja y volvió a preguntar:

-          ¿Y qué es para ti la Navidad?

El niño, con gesto mohíno, volvió a contestar:

-          ¡Mis regalos!

El desconocido empezó a reír con ganas, lo que enfadó mucho más a Daniel. El niño se dio la vuelta para tomar otro camino, cuando escuchó:

-          La Navidad no son los regalos. La Navidad es la ilusión. Sólo la verás cuando puedas sentir un abrazo cálido en el corazón.

Daniel se volvió algo confuso, pero ya no estaba el joven. Solamente estaba él y el baúl. Se volvió a aproximar a la vieja caja de madera y, tras volver a mirar en su interior vacío, decidió que volvería a casa para calentarse.

Cuando cruzó la esquina, vio llegar a sus abuelos y a sus tíos y primos, y vio a sus padres felices, abrazando y besando a la familia. Una sonrisa se dibujó en la cara del pequeño y corrió hacia los brazos de los suyos.

-          ¡Dani!- gritó con júbilo su abuelo mientras le tiraba una y otra vez hacia arriba y hacia abajo.

El pequeño reía sonoramente mientras su abuela reñía a su marido por poner en “peligro” al pequeño. Comenzaron a entrar en la casa y, cuando Dani estaba a punto de cruzar el umbral de la puerta de entrada, escuchó una voz que había conocido recientemente:

-          Feliz Navidad, Dani.

Daniel miró hacia el lugar del que provenía la voz y con una sonrisa cálida y satisfecha contestó:

-          Feliz Navidad, Santa.


sábado, 17 de diciembre de 2011

¿En qué se parecen un cuervo y un escritorio?

Cuando transitamos por nuestro tranquilo y maravilloso camino y se nos cruza algo de apariencia bondadosa, algo que creemos nos hará feliz y sobretodo sentir lo que creemos olvidado, lo atrapamos con tal fuerza que no lo dejamos escapar.

Tras atraparlo, lo observamos obnubilados como si tuviéramos en la palma de la mano una de esas preciosas mariposas de colores vivos y llamativos.
Ocurre entonces, que en ese momento no nos preguntamos de qué otro camino viene, a qué ha venido a mi camino, qué quiere de mí y por qué ha aparecido. Simplemente, lo atrapamos. Lo atrapa nuestro bobo corazón.

Pero puede suceder que no sea esa preciosa mariposa que imaginábamos y, con el tiempo, nos vaya envolviendo, aturdiendo y asfixiando. Entonces, nos damos cuenta de que ya es demasiado tarde para echarla del camino. Esa es la penosa realidad.


-Es imposible...
-Sólo si crees que lo es -le dijo el Sombrerero a Alicia.





-Gato de Cheshire, ¿Podrías decirme, por favor, qué camino sigo para salir de aquí? -dijo Alicia.
-Eso depende en gran parte al sitio al que quieras llegar -dijo el gato.
-No me importa mucho el sitio -dijo Alicia.
-Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes... -dijo el gato.
-...Siempre que llegue a alguna parte -añadió Alicia como explicación.
-¡Oh, siempre llegarás a alguna parte -aseguró el gato- si caminas lo suficiente!



No te rindas, no desesperes y sigue el camino. Camina lo suficiente, lo que haga falta y llegarás. Te lo prometo. Y no temas, estoy a tu lado.
Porque cuentas con mi mano, con mi abrazo, con mi sonrisa, con mi bobo corazón, y con mis ganas de verte feliz, de verte sonreir.
No eres culpable. Y mucho menos de sentir. No te lo mereces, nunca fue así, no es así y nunca lo será.
Porque eres fabulosa...

Te quiero tantísimo que nunca te dejaré sola en tu camino. Te necesito tanto en el mío...


-¡Dime!
-¿En qué se parecen un cuervo y un escritorio?

viernes, 16 de diciembre de 2011

Olas

Son bellas, imparables, inagotables…pero también pueden ser devastadoras.
A veces en sucesión continua, otras interrumpida, siempre salvajes, llevándose todo por delante. A veces llegan olas a nuestra vida, que también nos arrasan ,nos revuelve nuestro fondo, volviéndose todo turbio.
No hay otra, debemos esperar a que calmen, para intentar ver las cosas con mayor claridad.
Hay varias formas de encararlas, esconderse debajo, esperar a que pase, pero no podemos escondernos para siempre, nos ahogaríamos.





Hay sentimientos que llegan a nuestra vida como un tsunami, como por ejemplo, el amor. Las dos cosas llegan por accidente, sin preguntar si hará daño, no tiene nada en cuenta, simplemente arrasa con todo lo que se le pone por delante.
Y es que no podemos detener las olas, pero podemos aprender a surfear.

El texto pertenece a una amiga que ha querido colaborar en nuestro blog. Gracias.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

El hombre de hojalata



A veces me cuestiono si merece la pena sentir tan intensamente. Extraño esos días tranquilos, sin sobresaltos, cuando aún no era consciente del significado que encierra la palabra AMOR. Supongo que se debe a que he madurado o, tal vez, como me han dicho algunos amigos, se debe a que tengo demasiado corazón. Entonces me asaltan las palabras del Mago de Oz ante la petición del hombre de hojalata, que anhelaba más que cualquier cosa tener corazón: “ignoras lo afortunado que eres no teniéndolo”. Y continúa su reflexión (en voz alta): “los corazones jamás serán prácticos hasta que los hagan de manera que no puedan destrozarse”. Segura de que quiero encerrar mis sentimientos en una caja de cristal invisible, deseo ser el hombre de hojalata para dejar de sentir mi corazón pues, ¿para qué quiero sentir los latidos de este músculo bobo que casi nunca me hace caso y que casi siempre se equivoca?



Pero si no fuera por mi corazón, tal vez nunca te hubiera conocido. Si no fuera por la intensidad con la que siento, tal vez nunca hubieras reparado en mí. Y entonces vuelvo a sentir los latidos de mi corazón y los saboreo como nunca antes lo hice. Respiro hondo al sentir cómo se ensancha cada vez que te veo, cada vez que te abrazo o cada vez que te pienso. Y se me humedecen los ojos al recordar todas las veces que me he preocupado por ti… porque te quiero y porque sentirte así me hace feliz.
Y te pido que repares en otra reflexión del extraño Mago de Oz: “un corazón no se juzga por lo mucho que tú ames, sino por lo mucho que te quieran tus semejantes”. Te quiero tanto que tu corazón tiene que ser más grande que el universo, más grande que las ganas que siento de mirarte a los ojos en estos momentos. Y dejo de querer ser el hombre de hojalata. Quiero ser tu corazón.

jueves, 8 de diciembre de 2011

El lenguaje del alma I. La batalla

Me he despertado esta mañana algo inquieto, no muy tarde, a una hora razonable. He permanecido en la cama despierto e inmóvil como un muñeco (ja), hasta que por fin y, tras una breve aventura por mis adorables nervios, he decidido levantarme y desayunar.

La tónica de la mañana ha sido, mañana a estas horas...

Pese a que la gente no para de decirme que no será nada, que no me preocupe y que todo saldrá bien, yo no paro de decirme que no será nada, que no te preocupes y que todo saldrá bien.

Imagino entonces al típico general romano decirle a sus tropas ante una batalla desigual y con vencedor claro lo siguiente, -ánimo soldados, no será nada, somos más y mejores, estamos organizados, la victoria es nuestra...

Menudo ejemplo, obra y gracia de mis emociones, de ese lenguaje de todo menos mudo que hace que imagine que soy ese soldado que bajará a esa batalla. Pero lo cierto es que iré en un 308 de color vino o como dice mi padre de color Burdeos, y que no habrá germanos a los que vencer, aunque, quizás me encuentre a alguna orca (ja) que haga más emocionante si cabe el día de mañana.

Ahora sólo espero no ser como aquellos soldados del Reino de Castilla, que ante la víspera de una batalla, se pasaban la noche en vela, solos, con su espada y sus emociones, velando armas.





Me lo has prometido, ¿eh? Y yo te creo, todo saldrá bien y mañana a estas horas...

martes, 6 de diciembre de 2011

Deja que me quede

Aunque a veces me empecine y no te escuche, deja que me quede.
A pesar de que te doy quebraderos de cabeza, deja que me quede.
Porque te necesito a mi lado, deja que me quede.
Porque sin tus palabras de aliento y sin tu cariño no sé seguir, deja que me quede.
Por todos los sitios que nos han visto reír, deja que me quede.
Por todos los sitios que nos han visto sufrir, deja que me quede.
Por todas las historias vividas y por vivir, deja que me quede.
Por tantas cosas que me quedan por ofrecerte, deja que me quede.
Por mi sonrisa y por la tuya, deja que me quede.
Por las sorpresas que aún tenemos que descubrir, deja que me quede.
Por mis abrazos y por tus besos, deja que me quede.


Coge mi mano, mírame a los ojos y pídeme que me quede.


domingo, 4 de diciembre de 2011

La semilla

Hubo una vez un grupo de semillas amigas que llevadas por el viento fueron a parar a un claro en un bosque. Allí permanecerían ocultas en el suelo esperando desarrollarse para convertirse en un futuro en un precioso árbol.

Pero cuando la primera de aquellas semillas comenzó a crecer, se percataron de que no sería tarea fácil. Precisamente en aquel pequeño claro vivían un grupo de ardillas, y las más pequeñas se divertían lanzando piedras a toda planta que pretendiera crecer. De esta forma se divertían y mantenían el claro libre de toda vegetación.

Aquella primera semilla se llevó una pedrada de tal calibre, que quedó casi partida por la mitad. Y cuando contó a sus amigas lo ocurrido, todas convinieron en que lo más sensato sería esperar sin crecer a que el grupo de ardillas cambiara su residencia.

Todas, menos una, que pensaba que al menos debía intentarlo. Y cuando lo intentó, recibió su pedrada, que la dejó doblada por la mitad. Las demás semillas se unieron para pedirle que dejara de intentarlo, pero aquella semilla estaba completamente decidida a convertirse en un árbol. Con cada nueva ocasión, las pequeñas ardillas ajustaban un poco más su puntería gracias a aquella pequeña semilla, que volvía a quedar doblada.

Pero la semilla no se rindió. Con cada nueva pedrada recibida lo intentaba con más fuerza, a pesar de que sus amigas le suplicasen que dejara de hacerlo y esperase a que no hubiera peligro. Y así, durante días, semanas y meses, la pequeña, ya planta, sufrió el ataque de las ardillas que pretendían parar su crecimiento, doblándola siempre por la mitad. Sólo algunos días solía evitar las pedradas, pero al día siguiente, otra ardilla acertaba y todo volvía a empezar.

Hasta que un día no se dobló. Recibió una pedrada, y luego otra, y luego otra más, y con ninguna de ellas llegó a doblarse. Y es que había recibido tantos golpes, y doblada tantas veces, que estaba llena de cicatrices que la hacían crecer y desarrollare más fuerte que el resto de semillas. Así, su fino y débil tronco se fue haciendo más grueso y fuerte, hasta superar el impacto de una piedra. Para entonces, era ya tan fuerte, que las pequeñas ardillas no pudieran tampoco arrancar la planta con las manos. Y allí continuó, creciendo, creciendo y creciendo...




Llevo ya un tiempo pensando en que puedo hacer respecto a un asunto muy importante para mí, y que atañe a la felicidad de uno de mis preciosos baúles.

Como ayudarlo, como mimarlo, como protegerlo...

Sé que me quiere fuerte, y también sé, que necesitará en un momento dado que lo abra con más fuerza que nunca, y que lo abrace tan, tan y tan fuerte que todo lo demás, todo lo anterior, todas esas ardillas, dejarán de importar.

Gracias por dejar que esté ahí.


Por cierto, no terminé la historia de la semilla,

...hasta que por fin, llegó un día en que esa semilla, con todas sus penurias y cicatrices pasadas, se convirtió en el árbol más majestuoso del bosque.

martes, 22 de noviembre de 2011

Momentos


El día catorce
imaginar donde estarás

Ese pan tostado con mantequilla y mermelada
imaginar donde te conoceré

Conducir rumbo al norte
imaginar esos nervios

Comer junto a mi madre
imaginar tu mirada

Acompañar ese pase con la mirada cada semana
imaginar esa sonrisa

Sentarme cerca de la chimenea y perderme
imaginar tus defectos

Estar al lado de mi mejor amiga y verla feliz
imaginar que me chinchas

Los jueves por la tarde
imaginar tus ojos

Mi bicicleta y el silencio que se crea con ella
imaginar cuando me lance

Las tardes de verano fuera de aquí
imaginar esa siempre primera vez



Volver a ilusionarme
imaginarte...




Te emocionas, ríes, suspiras y hasta te cabreas. Es mágica, invencible y oportuna, es sencillamente: la imaginación.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Al otro lado del cristal.

Cuando la verdad demoledora aparece, el mundo puede parecer tan pequeño que no encuentras un lugar donde esconderte. Y enfrentas lo que venga con los ojos bien abiertos, temblando ante la sensación de un frío penetrante y conteniendo la respiración. Nada ni nadie existe, sólo estás tú y lo llenas todo de tal modo que evitas que pueda correr y huir de este miedo que me encoge las entrañas.
No existe nada más, no importa lo que haya unos metros más allá. Sólo estamos tú y lo poco que queda de mí. No veo nada. Apenas respiro. Casi no logro razonar. Parece que tú tampoco lo haces, pero no estoy segura.



Me voy y te dejo al otro lado del cristal. No consigo ver tu rostro porque un vaho oportuno me lo impide. No sé si podré volver a mirarte o por siempre te quedarás varado en mi recuerdo. Y mientras me alejo no dejo de pensar “vete tranquilo, sigue…”


Gracias por la idea pequeñaja. Esta canción siempre me recordará a ti.

martes, 15 de noviembre de 2011

Al galope

Cuando el subconsciente empieza a hacernos daño, es el momento de poner medidas e impedir que salga a la palestra. Buscando una solución desesperada, me he topado con una teoría de Freud sobre la estructura de la personalidad: el ello, el yo y el súper-yo. El ello son los sentimientos más instintivos, los impulsos más básicos del ser humano y la irracionalidad por excelencia. El yo es la racionalidad y el consciente, nuestra capacidad de análisis de la situación. El súper-yo es el “yo ideal”, el principio de perfección y el imperio del deber, de la moral y la conciencia.
Utilizó una metáfora muy interesante para explicar gráficamente esta estructura: el yo es el jinete que rige y frena la fuerza de la cabalgadura; el ello es el caballo que se desboca siempre que puede; el súper-yo es el entrenador, el que recuerda cómo se debe cabalgar.



Mi caballo hace meses que se desbocó y no encuentro la manera de frenarle. Mi jinete ha perdido su identidad y se le antoja imposible volver a tomar las riendas y ser él quien escoja el camino a seguir. Mi caballo nunca deja de ir al galope. Está cansado, pero pareciera que no puede vivir de otro modo. Yo ya no sé quién soy. ¿Lo sabes tú?

domingo, 13 de noviembre de 2011

Caer es permitido, levantarse es obligatorio


Estoy sentado ahí, con la espalda recta y la cabeza firme. Mantengo la mirada sin titubear. Como digo yo, que se note.

Durante ese rato recibo y encajo, aunque bueno, en realidad, encajo y luego lo recibo. No es como otras veces, esta vez ha sido diferente. No reacciono, me siento triste, decepcionado y sin ilusión.




Y me siento afortunado. Todavía poseo algún que otro baúl de los míos, aunque a veces me resista a abrirlo, sé que lo tengo ahí, con su aura brillando más que nunca. Uno se llama Esperanza, otro lo abriré luego...


lunes, 7 de noviembre de 2011

Caída libre

En ocasiones saltamos al vacío porque sentimos la necesidad de tocar y ver qué nos espera en ese abismo tentador y misterioso. Saltamos sin saber que, con toda probabilidad, nos haremos pedazos contra las rocas y no habrá una segunda oportunidad para evitarlo.

Pero puede ocurrir que la vida te conceda un regalo que frene tu caída libre. Puede ocurrir que, a mitad de camino, mires hacia arriba y descubras que algo mucho más hermoso está sujetando tu mano para que no sigas cayendo. Y entonces descubres que no quieres llegar hasta el final y que deseas con todas tus fuerzas que la cuerda no se rompa, y que tire de ti hacia un lugar seguro.



Tú has sido mucho más que una cuerda que me salvó de mi caída al abismo. Has sido el aliento que precisaba cuando ya me faltaba el oxígeno y la tirita que siempre cerraba mis heridas.

Ahora tengo que caminar sola. Pero sé que siempre llevaré en mi mochila esa cuerda que la vida me regaló un mes de octubre.

martes, 1 de noviembre de 2011

Abrirlo


Es un baúl de madera. Fabricado con el material del que están hechos los sueños. Desprende sin pausa su propia luz cegadora. Tan terriblemente atrayente, tan hipnótica, tan preciosa.
En ella guardo sus pensamientos, sus alegrías, sus miedos, su cariño, su amor. Pequeñas porciones de su corazón que intento que no se rallen nunca.

Todo en lo que crees, confías y sientes está ahí dentro.
La amistad es aquello que recoges por el camino y guardas en tu particular baúl de madera.