En ocasiones saltamos al vacío porque sentimos la necesidad de tocar y ver qué nos espera en ese abismo tentador y misterioso. Saltamos sin saber que, con toda probabilidad, nos haremos pedazos contra las rocas y no habrá una segunda oportunidad para evitarlo.
Pero puede ocurrir que la vida te conceda un regalo que frene tu caída libre. Puede ocurrir que, a mitad de camino, mires hacia arriba y descubras que algo mucho más hermoso está sujetando tu mano para que no sigas cayendo. Y entonces descubres que no quieres llegar hasta el final y que deseas con todas tus fuerzas que la cuerda no se rompa, y que tire de ti hacia un lugar seguro.
Tú has sido mucho más que una cuerda que me salvó de mi caída al abismo. Has sido el aliento que precisaba cuando ya me faltaba el oxígeno y la tirita que siempre cerraba mis heridas.
Ahora tengo que caminar sola. Pero sé que siempre llevaré en mi mochila esa cuerda que la vida me regaló un mes de octubre.
Que bonito cabroncillos.
ResponderEliminarOctubre, octubre, octubre...
ResponderEliminarPárate, mira a tu alrededor, coge aire y camina. Pero recuerda siempre, aunque lo hagas sola, siempre estarás acompañada.