Este blog ha sido ideado para plasmar en palabras los grandes y pequeños acontecimientos que van apareciendo en nuestra vida. Tal vez muchos vayan dirigidos a ti, lector conocido. O tal vez a ti que, aún pensando que me conoces, nunca lo has hecho

martes, 31 de diciembre de 2013

Illusions

Llevo ya casi once meses sin escribir nada sobre mí, aunque entretanto publicara un relato. También llevo tiempo bastante despistado y la verdad tengo el blog abandonado. Menos mal que Edelweiss ha sabido estar a la altura. ¡Bravo!

Esta noche, a escasas horas para que se consuma la vela del 2013, me animo a escribir por aquí mis últimas reflexiones del año y, de paso, encontrar a alguien que me ayude a soplar esa vela imaginaria y despedir este 2013 pidiendo un deseo. Yo volveré a pedir lo mismo otra vez, de verdad que siempre lo hago. Como no creo en chorradas del tipo si lo cuentas no se cumple diré que siempre pido salud para mí y la gente que quiero y, como son poquitos pues, ¡tengo más probabilidad de que se cumpla!. Bromas a parte, que con la salud no se juega, os deseo a todos los que leáis esta entrada, toneladas en cantidades desproporcionadas de salud para el próximo año porque tampoco vamos a abusar y pedir para más años ¿verdad?, ya escribiré una entrada el año que viene pidiendo lo mismo, ¡no os preocupéis! piano piano. Este año, como os decía, para mí en ese sentido ha sido bueno. Toda la gente que quiero está muy bien de salud y por eso nunca pediré más que eso. Lo demás se puede conseguir, ¡claro que sí!. 

Lo demás...esos satélites que a veces no brillan todo lo que nos gustaría. Muchos días siento que subo unas escaleras y a mitad de subida me empiezo a cansar y necesito que alguien me coja de la mano y las suba conmigo. Que esa persona cuando yo flaqueé tire de mí y me transmita a su lado menos miedo a caerme y a romperme en mil pedazos. Compartir vivencias y disfrutar juntos de ellas. En este sentido ha sido un año complicado y siento que cada año lo será más y más.
Mi mochila está llena de miedos de todo tipo pero, también se va llenando poco a poco de muchas ilusiones que me hacen creer firmemente en ellas. Nunca he dejado de tenerlas, son mi energía y mi forma de ser, mi razón de ser. Me agarraré ahí para seguir subiendo y subiendo por mucho que la mochila vaya aumentando su peso. Una ilusión ha irrumpido en mi vida este último mes del año y me ha dado un buen empujón, ¡vamos para arriba!

Dejo a pie de esta entrada una de mis canciones favoritas de este 2013, una canción que me ha acompañado en muchos trayectos nocturnos con mi coche, una canción que ni me he molestado en ver el significado de su letra porque no lo necesito. Simplemente me hace sentir libre, escuchándola veo esa fotografía en la que vas en tu coche y asomas la cabeza por la ventanilla para que te de el aire mientras observas a lo lejos un paisaje precioso en un atardecer de verano. En ese preciso momento no hay persona ni circunstancia en el mundo que te pueda frenar...

De todo corazón, os deseo que se cumplan todos vuestros deseos para este nuevo año e intentar ser felices. Sí Borja, esto también va para ti. Y por favor, disfrutar de vuestros reyes magos lo mismo que yo lo haré con  los míos, atrapar esos momentos y grabarlos en vuestra memoria, serán inolvidables os lo aseguro. Volver a ser niños por un día, ilusionaros, recordar aquellas noches de nervios, recordad esas voraces manos abriendo regalos, recordad esos vasos de leche con galletas. Os animo a cerrar los ojos y que os paréis a pensar en cuan afortunados habéis sido.

Yo, muchísimo.



domingo, 29 de diciembre de 2013

Un brindis


El término brindis viene del alemán "bring dir's", que significa "yo te lo ofrezco". El origen del término se remonta al siglo XVI, y tiene como motivo la celebración de una victoria del ejército de Carlos V. Este hecho ha dado lugar a la tradición de brindar cuando se celebra algo.

Hay otras versiones del origen del brindis. Una se remonta a la antigua grecia, y tiene que ver con la muestra de confianza que el anfitrión ofrecía a sus invitados. Otra versión indica como origen la sociedad romana, donde eran habituales los grandes banquetes y fiestas. Era tal la magnitud de aquellas fiestas, que los comensales solían levantar y golpear sus copas para llamar la atención de los sirvientes y para que les sirvieran de nuevo más bebida.  

Sea cual sea el origen del término, esta entrada es un brindis para todas las personas que han tenido relevancia en este año raro e intenso (ya empiezo a acostumbrarme). 

Brindo por las personas que siguen a mi lado, año tras año, superando conmigo todas las vicisitudes adversas que se han ido presentando. También por ti, que no has dejado que la distancia física abriera una brecha en nuestra amistad. Brindo por ti que nunca me abandonas. Brindo por ti porque siempre me arrancas una sonrisa. Y por ti, que consigues tranquilizarme cuando la angustia aguarda cautelosamente con malignos propósitos. También por ti, mi compañero de cenas y muchos brindis. Por ti, que te conozco a través de una red social pero que tus reflexiones reflejan lo mucho que merece la pena seguir en contacto contigo. Por ti también, que has sufrido mucho y porque has conseguido que me sintiera identificada con tu dolor. Y por ti, porque no sabes lo mucho que me gustó recibir tu whatsapp apenas comenzaba el año 2013.

Brindo por esas personas que son una bendición para mi existencia. Y por último, por ti, porque eres una persona maravillosa y todo lo conviertes en posible.

Espero que en 2014 pueda seguir brindando por todos y cada uno de vosotros. 

Brindo por las personas que han abandonado mi camino para tomar otro distinto, tal vez más cómodo, pero sin duda mucho menos cálido.

Brindo por ti, y por la decisión de dejarte atrás. Tú caminabas muy despacio y yo demasiado deprisa. Yo no podía esperarte más y tú no quisiste alcanzarme. Te has quedado en tu camino conocido, y yo he seguido en busca del camino que seguro tú hubieras deseado pero no te has atrevido a tomar: el de la felicidad.

Brindo por ti que no has sabido captar lo que siempre he querido transmitirte: que contabas conmigo. Y por ti, que desapareciste igual que llegaste: sin avisar.

Brindo por todas las personas que han coincidido en 2013 en mi vida, por ese cruce de caminos, aunque haya sido muy brevemente.

Brindo por ti, que me has hecho caer con mucha fuerza. Sólo yo sé lo mucho que ha dolido la caída, pero he conseguido levantarme y seguir adelante.  

Os deseo un feliz 2014 y una travesía cálida por el camino de vuestra vida. Ojalá nuestros caminos sigan cruzándose con una sonrisa en los labios.

viernes, 20 de diciembre de 2013

Mis monstruos.


A lo largo de mi vida, mis monstruos iban apareciendo de vez en cuando, poco a poco y sin grandes alardes. Más o menos les tenía controlados, sabía que llegarían, me asustarían y, al poco tiempo, se marcharían sin dejar demasiado destrozo en mi casa.
- ¡Bah! - pensaba- mañana se habrán aburrido y volverán a su cajón. 

Pero un día todo cambió y volvieron para quedarse. Todo era desorden y desconcierto. Sus gritos y golpes no me dejaban conciliar el sueño. Los domingos, no sé a día de hoy el motivo, montaban fiestas monstruosas que me tenían en jaque todo el día.

Salía de casa sólo para intentar olvidar que estarían allí cuando llegase, asustándome más que nunca. Me impregnaban sus aullidos, sus plegarias lúgubres y tenebrosas.

Una mañana cualquiera de mayo decidí que tenía que decirles lo mucho que me estaban complicando la vida y lo mucho que había cambiado y destrozado mi casa, así que les invité a desayunar. Llegaron puntuales, más fétidos y feos que nunca. Pero mantuve la calma y les serví café recién hecho con una napolitana de chocolate. Les pregunté el por qué se comportaban así conmigo, y me contestaron sencillamente que ellos eran monstruos, pero que el miedo provenía de mí y, por tanto, el sufrimiento que me laceraba no era culpa de ellos. En ese momento me parecieron menos grandes, menos feos e incluso empezó a no desagradarme el olor a almizcle que desprendían. Entonces les miré más pausadamente y, audazmente, toqué con las puntas de mis dedos a uno de ellos. Estaba suave como un gato. No era negro ni gris, era de un verde esmeralda brillante y limpio. Y no me pareció grande, más bien de un tamaño apropiado para salir a jugar con él por la nieve. Giré la cabeza para mirar al otro monstruo y éste era aún más simpático. Tenía unas pecas graciosas y unos ojos redondos y brillantes que impulsaban a esbozar una sonrisa. Terminamos el desayuno y decidimos salir a pasear los tres juntos. Les saqué del cajón de donde salían y entraban y les expuse al resto de la humanidad. Creo que nos lo pasamos bien. 

Ahora vienen muy a menudo a desayunar conmigo. Hay veces que siguen asustándome pues, al fin y al cabo, son monstruos, pero pronto les aplaco con una napolitana de chocolate y charlamos hasta la hora del almuerzo.

Hace poco, antes de que se marcharan hasta el próximo día, pregunté al monstruo de las pecas:
 
- Y si un día me abandonáis y otros monstruos ocupan vuestro lugar, ¿qué haré?

Me miró fijamente, y en voz susurrante como para que nadie más pudiera escucharlo me dijo:

- Siempre que consigas que el árbol eche raíces, muy pronto verás las flores. 

Mis monstruos han dejado de condicionar mi vida. Espero que no se enfaden si un día me despido de ellos para siempre.

lunes, 16 de diciembre de 2013

La prisionera número 10.540



Else Backer, una niña de ocho años, vivía felizmente con su familia en Hamburgo hasta que, a principios de 1944, fue arrancada de los brazos de sus padres por unos individuos que se identificaron como miembros de la Gestapo. Lo único que dijeron fue que la pequeña iba a ser devuelta a su "verdadera" madre.

Fue arrastrada en medio de la noche a un almacén atestado de gitanos. Tiempo después descubrió que era adoptada y que su verdadera madre era medio gitana. Los nazis les llamaban Mischlinge ("híbridos"), y se les consideraba como un gran peligro por la posibilidad de que las características raciales gitanas fueran transferidas a la población área. Había sido adoptada por los padres que conocía cuando contaba con diez meses.

Else fue subida a un transporte de mercancías con los demás gitanos y la llevaron a Auschwitz, más concretamente al campo de concentración gitano de Birkenau. Allí fue despojadas de sus ropas, sus apellidos y su futuro. La niña, paralizada de miedo, era incapaz de hablar ni de llorar (no había nadie que atendiese a su llanto). Tras obligarles a darse una ducha, Else fue incapaz de buscar sus ropas, y se quedó casi desnuda en un barracón helado en una noche gélida de la lejana Polonia.

En medio de la barbarie, la indiferencia y la locura, Else tuvo un pequeño golpe de suerte y fue favorecida por una de las Kapo del bloque, llamada Wanda, quien se apiadó de la pequeña y la condujo a su barracón. Allí pudo al menos subsistir, ya que, de no haber sido por ablandar el corazón de esa mujer, con total seguridad la niña no hubiese sobrevivido.

Pasaba los días observando la llegada de los nuevos convoyes a través de la alambrada, así como filas de personas que caminaban en dirección a lo que luego supo eran los crematorios. Se trataban de los judíos húngaros seleccionados para morir, aunque entonces lo desconocía.

Poco tiempo después, Wanda anunció a Else que ya no podía hacer nada por ella, y fue abandonada por segunda vez. La niña fue enviada a los barracones principales, pero se dio cuenta de que no estaban tan atestados como antes. Había habido una "selección". Esa misma noche, se produjo una matanza en el campo de concentración. El final de la guerra estaba próximo y los nazis "necesitaban" borrar pruebas ante la inminente entrada de los rusos. No deseo contar las atrocidades producidas esa noche, por lo que me voy a limitar a decir que Else fue uno de los mil cuatrocientos gitanos excluidos de ese horror y que, por palabras de la propia Else muchos años después, esas experiencias "te joden la cabeza para el resto de tu vida" Fue enviada a otro campo de concentración el 1 de agosto de 1944, al de Ravensbrück, al norte de Berlín. Un día después de que la niña abandonase Auschwitz, el campo gitano fue liquidado durante la noche. Allí Else sufrió de tantas privaciones y escarnios que cayó en un estado cercano al coma, el cual también superó. Como si de un cuento se tratase, una mañana de septiembre de 1944, Else fue conducida al bloque de administración donde le dijeron sin más: "Vas a ser liberada". Tras una espera que se le hizo eterna, vio entrar a su padre adoptivo. La pequeña estaba demasiado impactada como para sentir nada, ni siquiera sorpresa. Else supo después que sus padres lucharon con todas sus fuerzas para "demostrar" que la niña no suponía ningún peligro y que estaba integrada por completo en la sociedad alemana. Incluso el padre se afilió al Partido Nazi como muestra de su lealtad al régimen.

Else y su padre tomaron un tren que les devolvió a Hamburgo. Allí coincidieron con un oficial del ejército alemán al que el padre de Else mostró las llagas de las piernas de su hija y le dijo: "por esto es por lo que estáis luchando en el frente".

Else sobrevivió a la muerte, pero nunca superó el hecho de que, día tras día y noche tras noche, pasara por su lado y helara su corazón con su gélido aliento.
 
Ni el mejor psicólogo o psiquiatra del mundo podría explicarme qué lleva a un ser humano a cometer semejantes atrocidades y, lo que es peor aún, cómo es posible que alguien pudiera estar convencido de que aquello era lo correcto, aun a pie de la horca.

 

 


jueves, 12 de septiembre de 2013

Un segundo.



Alicia: ¿Cuánto tiempo es para siempre?
Conejo Blanco: A veces, sólo un segundo.
 
   Un segundo es mucho más que una unidad de tiempo. Alguien tan intenso como yo sabrá que un segundo es toda una vida. En un segundo puede cambiar todo, para bien o para mal. La mayoría de la gente necesita algo más que un segundo para quedar convencida de algo. Yo no.
 
   En un segundo puedo destruir mi vida para SIEMPRE. Seguro que viéndolo desde mi perspectiva, un segundo no te parece un simple período muy breve de tiempo. Un segundo puede ser una eternidad si lo vivo desde la angustia y el dolor. Un segundo puede ser inexistente si beso, si acaricio o si abrazo. No tengo término medio. Lo quiero todo o no quiero nada. Tal vez ése sea el problema.
 
   Pero quieras o no, un segundo puede cambiar todo. En un segundo te puedes mostrar vulnerable ante alguien que no lo merece. En un segundo puedes romper el corazón de alguien, tal vez para siempre. En un segundo puedes acabar con una bonita amistad. Te podría poner miles de ejemplos y, seguramente, a ti se te ocurran otros tantos.  
En un segundo o poco más (el tiempo necesario para activar un dispositivo) se lanzó la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki. Se acabó con muchas vidas, pues, en un segundo.
 
En un segundo puedes encontrar a tu media naranja y que ese amor dure para SIEMPRE.
 
   ¿Pero cuánto tiempo se necesita para olvidar? ¿Crees que el Conejo Blanco podría indicarme una fecha más o menos cierta? ¿Existe  alguien que pueda olvidar en tan sólo un SEGUNDO?


jueves, 18 de julio de 2013

Donde mueren los sueños.



Todos alguna vez hemos experimentado un sentimiento de perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario. Un recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea. Es la definición que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua ofrece sobre el miedo. 

Sigmund Freud, en su teoría del miedo, establece una clasificación del miedo: el real y el neurótico.
En el miedo real existe un peligro real ante el cual corre riesgo la integridad de la persona. Desde el punto de vista biológico, se trata de un esquema adaptativo, y constituye un mecanismo de supervivencia y de defensa, surgido para permitir al individuo responder ante situaciones adversas con rapidez y eficacia.
En el miedo neurótico no existe una amenaza real que ponga en riesgo la integridad de la persona, por lo que puede decirse que se trata de un sentimiento irracional que nace de la imaginación y que no existe, al menos, en el momento en el que se está sintiendo. 

Lo veamos desde el enfoque que queramos, se trata de un sentimiento tan demoledor que nos puede llegar a paralizar de tal modo y con tanta intensidad que nos impida tomar las decisiones correctas o, de otro modo, nos haga huir de lo que está a nuestro alcance y que nos puede llevar hasta la anhelada felicidad. Todo porque el miedo nos empuja a un abismo de ansiedad que paraliza nuestra razón.  

Si huyes de tu felicidad porque te da miedo afrontar las consecuencias de determinados actos, estás matando tus sueños. Si crees que no podrás aguantar dichas consecuencias y prefieres la “comodidad” de lo conocido, estás suicidando tu alma.  

Tal vez disfraces ese miedo de “no hacer daño a los demás” o de “no quiero ser un egoísta”. Entonces tú sabes perfectamente que hay un lugar donde mueren los sueños, y ese lugar se llama miedo.


domingo, 5 de mayo de 2013

Despertar

Para Silvia con todo mi cariño


          La habitación estaba en ligera penumbra, sólo perturbada por los finos halos de luz que se colaban por los resquicios de la persiana. Tumbado sobre su cama, Mario, balanceaba nerviosamente su pierna derecha. Y en su mano, hacía mecer con gran destreza un yo-yo que todavía conservaba de cuando abandonó la decena, costumbre que tenía ésta, la de jugar con tal juguetito, desde hace años para cuando el aburrimiento o los nervios le vencían. La tarde lluviosa que apenas había comenzado le empezaba a resultar plomiza y la espera agotadora. Apenas iniciado mayo y con tiempo para descansar gracias a un bendito puente que le daba unas pequeñas vacaciones, el protagonista de esta historia, volvía a aquellos acontecimientos que bien pudieron haberle cambiado el transcurrir de su vida hace ya algunos años. Por la radio sonaba: Ain´t that a kick in the head? del magnífico Dean Martin...otra vez no -pensó Mario, otra vez no...hoy no...

Todo empezó hace varios años, cuando Mario, a punto de sobrepasar la veintena no había conocido el enigmático e indescifrable mundo del género femenino. Era un chico terriblemente tímido e introvertido. Esa pequeña e incluso lógica timidez juvenil se empezaba a convertir en un verdadero problema para él y los de su alrededor que no veían manera de sacarle de ese hermetismo crónico. Apenas se divertía fuera de sus cuatro paredes ni disfrutaba de cosas que a los demás sí que les divertía. Se creía un bicho raro por todo ello...pero, es curioso, diréis que una timidez tan enorme se combate con alguien extrovertido y de diversión por bandera ¿no?. Pues no, Lucía no era así. Era igual que Mario, esa misma timidez que bloquea pensamientos e impide disfrutar de cosas tan banales como una conversación junto a alguien querido en la cafetería de la esquina. Al contrario del refrán, dos polos iguales se iban a atraer y comenzarían juntos una aventura apasionante.

Se conocieron de la manera más tonta en una tienda de discos y vinilos de colección de la madrileña calle Barquillo. Mario y Lucía, acudían cada viernes a esta entrañable tienda de barrio con joyas musicales únicas. Con la música alejo la timidez, con la música vuelo, con la música imagino y sueño lo que quisiera ser y hacer -Se decían. Estos pensamientos les unieron, la timidez y su afán por reducirla con la música les unió. Fue entonces como cada viernes acudían sólo para verse pero, no cruzaban palabra alguna, apenas miradas fugaces con temor de ser descubiertos el uno al otro. A veces compraban algún disco que apenas luego escuchaban, otras simplemente revoloteaban de estante en estante. Así, hasta que un día el propietario de la tienda se les acercó y les regaló dos invitaciones para un concierto en una vieja sala de conciertos de la zona centro, era la sala Yo-Yo, el próximo jueves a las diez de la noche. Ellos se miraron y con leves sonrisas se dieron un sí silencioso...el vendedor de discos obró el milagro. Mario no cabía de gozo en sí. Se sentía extraño, aturdido, alegre, con ganas de correr y correr hasta no tener aliento. Para cuando se hubo dado cuenta, Lucía, abandonaba la tienda con la misma sonrisa encantadora que hace unos segundos le había dedicado al bobo embobado.

Tras el concierto, muy poco a poco, Mario y Lucía se fueron conociendo, quedaban cada viernes dándose  una porción de su corazón el uno para el otro. Empezaron a hacer cosas para ellos impensables hace años, ir a conciertos, visitar museos, compartir libros, hablar de música, cine, ¡arte!. Horas y horas, hablaban, reían, se miraban durante minutos sin decirse nada, se amaban en silencio. Era increíble pensaban ellos, no se lo podían creer, estaban disfrutando de la vida y, a la vez, rompiendo barreras para ellos hasta hace poco gruesas, altas e infraqueables.

Al cabo de unos años de haberse conocido Mario era tan feliz que le pidió matrimonio a Lucía, ¡seremos felices para siempre! ¡juntos! ¡te quiero, cariño!. Mario estaba convencido de que quería pasar el resto de su vida con Lucía y que este paso era para él la confirmación extrema de su amor absoluto.
Pero, Lucía, le dijo que no, su explicación era que todavía eran muy jóvenes para tal compromiso que no había que tener prisa en dar tal difícil paso. Lucía estaba en la recta final de sus estudios de Arte y no tenía ninguna prisa por sellar su amor con Mario. ¡Todavía había muchas cosas por vivir!. Nuestro protagonista no encajó bien este golpe y lo empezó a ver como una traición, como si no le quisiera lo suficiente, se empezó a obsesionar con esa idea hasta que un día, en un acto de orgullo absurdo, de confundida hombría, ¡de estupidez varonil! decidió dejar a Lucía...

Tras esto, Mario volvió a las penumbras que por un tiempo vio olvidadas, volvieron los miedos, ¡todo por lo que había luchado por deshacerse volvió!. Todo ello por haber dejado a Lucía. Se arrepintió y al cabo del tiempo quiso volver con ella pero ésta se negó una y otra vez, su chico la había abandonado por una absurda negativa a no casarse con él. Ella lo pasó muy mal e intentó superarlo durante meses en los que no supo nada de Mario, hubiera bastado un perdón a tiempo pero éste la hizo mucho daño, un daño irreparable... Lucía terminó los estudios y conoció a otro chico con el que era muy feliz de nuevo. Era demasiado tarde, ya no quería a Mario.

Al pasar los años, Mario recuerda con cariño y amargura su intensa relación con Lucía, lo que fue, lo que pudo haber sido y lo que finalmente no fue. Ha aprendido del pasado, de lo absurdo que es querer correr antes de tiempo y de destrozar una felicidad que paladeaba con los labios...De vez en cuando le llega que Lucía es inmensamente feliz y por supuesto, Mario se alegra de ello como si esa felicidad fuera suya.

Ain´t that a kick in the head? de Dean Martin... su traducción al español viene a decir: ¿no es el amor una patada en la cabeza?...sonaban los últimos acordes de trompeta cuando el zumbido de la alarma sobresaltó a un Mario absorto en estos pensamientos, eran más de las ocho y media ¡oh Dios mío, voy a llegar tarde! -dijo.
Había dejado de llover, el repiqueteo de la lluvia había cesado. Mario subió la persiana y vío como se abría un claro en el horizonte, el ocaso se acercaba y con él un nuevo final de día. Abrió la ventana y dejó que entrara una brisa fresca que le agitó suavemente el cabello y le estremeció con un súbito escalofrío. Respiró hondo y, tras guardar quizás para siempre en su cajita de recuerdos el yo-yo que le regaló Lucía el mismo día en aquel lejano concierto, pensó nuevamente en aquella chica de ojos color café que había conocido en la biblioteca de su ciudad hace tres días. Se llamaba Sara y había quedado con ella a cenar esa misma noche.

FIN


martes, 26 de febrero de 2013

Claudio y tú


 

Diez años antes de que lo hiciera Jesucristo, nació en la Galia un niño débil, enfermo y cojo. En una sociedad menos hipócrita que la actual, dichas taras le granjearon desde sus primeros años el desprecio de su familia y  marcaron su personalidad. A pesar de tener una mente privilegiada, las inseguridades que le provocó su entorno, desembocaron en problemas de dicción que le hicieron ganarse los dos primeros títulos de su vida,  “idiota” y “tartamudo”. 

Vetado para la política dedicó su vida al estudio, y probablemente fuera de las últimas personas capaces de traducir textos etruscos, antes de que el idioma se perdiera para siempre. Curiosamente, era el más preparado para ser emperador, pero a nadie le importaba. 

Fue el asesinato de Calígula (su sobrino) lo que le cambió la vida. Cuando la guardia pretoriana le descubrió escondido detrás de una cortina le aclamó emperador. Probablemente pensaron que un incapaz como él sería un títere en sus manos, pero se equivocaron, y así en el año 41 de nuestra era, Claudio el tartamudo, Claudio el idiota, se convirtió en Tiberio Claudio César Augusto Germánico, cuarto emperador de la dinastía Julio-Claudia. 

Bajo su reinado anexionó Tracia, Licia, Judea y Mauritania, y fortaleció la frontera en Germania. Pero su mayor logro fue la conquista de Britania.  

¿Quién podía pensar que Claudio el cojo, hazmerreir de todos iba a convertirse en un héroe militar? Clemente en la victoria, perdonó la vida al britano Carataco. Tal vez el sufrimiento en su vida le había regalado la humanidad, tan escasa en los poderosos. Administrador capaz y magnifico legislador, impulsó leyes que hoy podríamos llamar sociales, mejoró las condiciones de vida de los esclavos y proporcionó al Imperio una etapa de prosperidad que tardaría en volverse a repetir. 

Muchas veces pensamos que podemos hacer y deshacer a nuestro antojo si estamos frente a alguien más débil. Otras tantas veces aprovechamos que estamos ante una buena persona para actuar dejándonos llevar por nuestro egoísmo, ya que sabemos que no va a haber represalias. Pero a veces las apariencias engañan y Tiberio Claudio César Augusto Germánico es una magnífica muestra de una lección que el ser humano debe de aprender para crecer como tal y ser menos presuntuoso, característica muy intensa en algunos individuos.
Cuando dejemos de mirarnos al ombligo, comprobaremos que junto a nosotros hay un ser maravilloso y que hasta ahora no nos habíamos percatado de su valía.

jueves, 14 de febrero de 2013

¡Qué bello es vivir!


 
 
 
No hay más que encender el televisor para echar abajo el título de esta entrada…el mundo no está pasando precisamente por un buen momento. Tal vez tú tampoco estés feliz del todo o, tal vez, no lo estés en absoluto. Puede que tu vida no sea la que imaginaste cuando tu existencia empezaba a reafirmarse y tus sueños dominaban tu mente (aún optimista) y tu corazón (aún romántico). Al fin y al cabo la adolescencia y primeros años de juventud se nutre precisamente de sueños. 

Creo que Frank Capra ha conseguido reflejar magistralmente la vida de una persona soñadora mediante la película con el título de esta entrada (si no has visto esta maravillosa película no sigas leyendo... si aún tienes la esperanza de vivir una sensación mágica). Su protagonista, George Bailey, interpretado por James Stewart (inmenso), es ese soñador y optimista incorregible. Estamos ante un personaje que cree en la bondad innata del ser humano y tiene esperanzas de vivir una vida mejor. Sin embargo, ya desde la infancia, su vida es muy complicada, pudiendo decirse que, en muchas ocasiones, vive la desgracia más absoluta. Bailey renuncia a muchos de sus sueños por el bien de otras personas, pero nunca por el bien propio. Como es lógico, dicha proeza pasa factura  y el protagonista de la película va sufriendo un evidente desgaste hasta llegar al clímax de su existencia, ya totalmente desvirtuada, que es cuando decide poner fin a su vida, ya carente de todo sentido. En ese preciso instante, Bailey decide tirarse por un puente… pero alguien se le adelanta. Entonces se enfrenta ante el conflicto de cumplir su deseo (quitarse la vida) o bien salvar a ese extraño viejecito que grita socorro. Una vez más, se inclina por el bien ajeno y salva al anciano, que resulta ser una especie de ángel. A partir de ese momento, Bailey es protagonista de otra historia: la vida sin él. Y es entonces cuando empieza la lección de vida para Bailey. Se encuentra con un mundo donde él nunca ha existido y donde nadie ha recibido su ayuda ni su consuelo. Y descubre con terror que esa vida es una verdadera pesadilla, que nadie ni nada de lo que ha conocido está igual. Que toda la gente que ama es infeliz. Finalmente, y como es de esperar, Bailey suplica volver a su vida, conformándose con lo que ya tenía, que se le antoja la felicidad absoluta. De nuevo Bailey renuncia a sus deseos por la felicidad de otros, pero esta vez con fuerzas y esperanzas renovadas.
 
 

Tal vez estés pensando que no es un final feliz y que, más bien, es bastante pesimista. No solamente no puede cumplir sus sueños sino que, además, se tiene que sentir agradecido con su mediocre vida. Si lo has entendido así, creo que es una visión más que acertada. Ahora bien, ¿te has parado a pensar la huella que has dejado, dejas y dejarás en la existencia de muchas otras personas? ¿Sabes exactamente qué ha cambiado en la vida de otras personas cuando se ha cruzado con la tuya? Es en ese preciso instante, en ese cruce de caminos, cuando puedes cambiar muchas cosas, muchas vidas. Para bien o para mal.  

Cuando pienso en ello, mi mente lo relaciona con la teoría del caos, que se basa en que pequeñas variaciones en condiciones iniciales pueden implicar grandes diferencias en el comportamiento futuro. James Gleick habló del efecto mariposa, explicando que si agita hoy, con su aleteo, el aire de Pekín, una mariposa puede modificar los sistemas climáticos de Nueva York el mes que viene.

Finalizo esta entrada con una frase del viejo ángel: “extraño, ¿verdad? La vida de cada hombre toca muchas vidas, y cuando uno no está cerca deja un terrible agujero, ¿no es cierto? Ya ves George, tuviste una vida maravillosa”.

domingo, 10 de febrero de 2013

Le daré las gracias por haberlo cruzado en mi camino


La alegría es la emoción más valiosa y la más efímera. Nunca dura lo suficiente para verse harto, vive solo para ser reproducida.

El viernes, por motivos laborales, a primera hora de la mañana tuve que visitar una de las zonas más esbeltas de Madrid. Ya me conocía la zona de ir otras veces pero, será por lo reflexivo que ando últimamente, mi atención se dirigió a un personaje de raza negra que desde hace años reparte periódicos en el centro comercial adjunto al aparcamiento. Durante el rato en el que permanecí allí le vi dar los buenos días a todo aquel que pasaba a su lado, gente en su mayoría que transitaba en solitario por la acera con la cabeza ligeramente inclinada hacia el suelo y absortos en sus pensamientos. No advertí a un vendedor de periódicos, es más, no los ofrecía, simplemente sonreía y daba los buenos días. No pretendo denunciar ni criticar a unos, este blog no sirve para eso. Hablo de las emociones. De todas aquellas cualidades que conforman nuestros rasgos como seres humanos. Hablo en concreto de la alegría.

Es la más valiosa porque te da fuerza para mover todo. Todo. Y es la más efímera porque nunca cansa, y lo que no cansa, siempre nos parece breve. Como un fotograma eterno suspendido en nuestras mentes.

No me sentí mejor que nadie al tener un gesto de gratitud con aquel hombre. Mi intención no era esa, para nada. Tenía alegría y era capaz de trasmitirla aunque nadie levantara su puñetera cabeza para darse cuenta. Le quise comprar un poco de su alegría.

Rectifico: es la más valiosa porque hace felices a los que están a tu alrededor. Contagia, y, no nos engañemos, es lo que mueve a este mundo.

Quiero acabar esta entrada con un extracto precioso de un libro que leí este verano y me hizo reflexionar mucho acerca de esta emoción. De lo que para mí significa y, sobretodo, del efecto que produce en los demás, en aquellas personas que queremos con todo nuestro alma.

"Mi amigo Óscar es uno de esos príncipes sin reino que corren por ahí esperando que los beses para transformarse en sapo. Lo entiende todo al revés y por eso me gusta tanto. La gente que piensa que lo entiende todo a derechas hace las cosas a izquierdas, y eso, viniendo de una zurda, lo dice todo. Me mira y se cree que no lo veo. Imagina que me evaporaré si me toca y que, si no lo hace, se va a evaporar él. Me tiene en un pedestal tan alto que no sabe cómo subirse. Piensa que mis labios son la puerta del paraíso, pero no sabe que están envenenados. Yo soy tan cobarde que, por no perderle, no se lo digo. Finjo que no le veo y que sí, que me voy a evaporar...
Mi amigo Óscar es uno de esos príncipes que harían bien manteniéndose alejados de los cuentos y de las princesas que los habitan. No sabe que es el príncipe azul quien tiene que besar a la bella durmiente para que despierte de su sueño eterno, pero eso es porque Óscar ignora que todos los cuentos son mentiras, aunque no todas las mentiras son cuentos. Los príncipes no son azules y las durmientes, aunque sean bellas, nunca despiertan de su sueño. Es el mejor amigo que nunca he tenido y, si algún día me tropiezo con Merlín, le daré las gracias por haberlo cruzado en mi camino.