No hay más que
encender el televisor para echar abajo el título de esta entrada…el mundo no
está pasando precisamente por un buen momento. Tal vez tú tampoco estés feliz
del todo o, tal vez, no lo estés en absoluto. Puede que tu vida no sea la que imaginaste
cuando tu existencia empezaba a reafirmarse y tus sueños dominaban tu mente
(aún optimista) y tu corazón (aún romántico). Al fin y al cabo la adolescencia
y primeros años de juventud se nutre precisamente de sueños.
Creo que Frank
Capra ha conseguido reflejar magistralmente la vida de una persona soñadora mediante la película con el título
de esta entrada (si no has visto esta maravillosa película no sigas leyendo... si aún
tienes la esperanza de vivir una sensación mágica). Su
protagonista, George Bailey, interpretado por James Stewart (inmenso), es ese soñador y optimista incorregible. Estamos ante un personaje que cree en
la bondad innata del ser humano y tiene esperanzas de vivir una vida mejor. Sin
embargo, ya desde la infancia, su vida es muy complicada, pudiendo decirse que,
en muchas ocasiones, vive la desgracia más absoluta. Bailey renuncia a muchos
de sus sueños por el bien de otras personas, pero nunca por el bien propio.
Como es lógico, dicha proeza pasa factura y el protagonista de la película va sufriendo
un evidente desgaste hasta llegar al clímax de su existencia, ya totalmente
desvirtuada, que es cuando decide poner fin a su vida, ya carente de todo
sentido. En ese preciso instante, Bailey decide tirarse por un puente… pero
alguien se le adelanta. Entonces se enfrenta ante el conflicto de cumplir su
deseo (quitarse la vida) o bien salvar a ese extraño viejecito que grita socorro.
Una vez más, se inclina por el bien ajeno y salva al anciano, que resulta ser
una especie de ángel. A partir de ese momento, Bailey es protagonista de otra
historia: la vida sin él. Y es entonces cuando empieza la lección de vida para
Bailey. Se encuentra con un mundo donde él nunca ha existido y donde nadie ha
recibido su ayuda ni su consuelo. Y descubre con terror que esa vida es una verdadera
pesadilla, que nadie ni nada de lo que ha conocido está igual. Que toda la
gente que ama es infeliz. Finalmente, y como es de esperar, Bailey suplica
volver a su vida, conformándose con lo que ya tenía, que se le antoja la
felicidad absoluta. De nuevo Bailey renuncia a sus deseos por la felicidad
de otros, pero esta vez con fuerzas y esperanzas renovadas.
Tal vez estés
pensando que no es un final feliz y que, más bien, es bastante pesimista. No
solamente no puede cumplir sus sueños sino que, además, se tiene que sentir
agradecido con su mediocre vida. Si lo has entendido así, creo que es una
visión más que acertada. Ahora bien, ¿te has parado a pensar la huella que has
dejado, dejas y dejarás en la existencia de muchas otras personas? ¿Sabes
exactamente qué ha cambiado en la vida de otras personas cuando se ha cruzado
con la tuya? Es en ese preciso instante, en ese cruce de caminos, cuando puedes
cambiar muchas cosas, muchas vidas. Para bien o para mal.
Cuando pienso en ello, mi mente lo relaciona con la teoría del caos, que
se basa en que pequeñas variaciones en condiciones iniciales pueden implicar
grandes diferencias en el comportamiento futuro. James Gleick habló del efecto
mariposa, explicando que si agita hoy, con su aleteo, el aire de Pekín, una
mariposa puede modificar los sistemas climáticos de Nueva York el mes que viene.
Finalizo esta
entrada con una frase del viejo ángel: “extraño, ¿verdad? La vida de cada
hombre toca muchas vidas, y cuando uno no está cerca deja un terrible agujero,
¿no es cierto? Ya ves George, tuviste una vida maravillosa”.
Recuerdo cuando vi por primera vez esta película. Creo recordar que eran épocas navideñas y altas horas madrugadas. Por una extraña razón que nunca he comprendido este estilo de películas no las echan en horarios de fuste. Pero ese es otro tema...
ResponderEliminarEs una película de las que te hacen "pensar". Y ya sólo por eso merece la pena verla porque no hay muchas que lo consigan hoy en día.
No añado nada más porque está perfecta la crónica. Simplemente diré una cosa, bravo por el ángel de la película y su forma de conseguir sus alas :)