Else Backer, una niña de ocho
años, vivía felizmente con su familia en Hamburgo hasta que, a principios de
1944, fue arrancada de los brazos de sus padres por unos individuos que se
identificaron como miembros de la Gestapo. Lo único que dijeron fue que la pequeña iba a ser devuelta a su "verdadera" madre.
Fue arrastrada en medio de la
noche a un almacén atestado de gitanos. Tiempo después descubrió que
era adoptada y que su verdadera madre era medio gitana. Los nazis les llamaban Mischlinge
("híbridos"), y se les consideraba como un gran peligro
por la posibilidad de que las características raciales gitanas fueran
transferidas a la población área. Había sido adoptada por los padres que
conocía cuando contaba con diez meses.
Else fue subida a un transporte
de mercancías con los demás gitanos y la llevaron a Auschwitz, más
concretamente al campo de concentración gitano de Birkenau. Allí fue despojadas
de sus ropas, sus apellidos y su futuro. La niña, paralizada de miedo, era
incapaz de hablar ni de llorar (no había nadie que atendiese a su llanto). Tras
obligarles a darse una ducha, Else fue incapaz de buscar sus ropas, y
se quedó casi desnuda en un barracón helado en una noche gélida de la lejana
Polonia.
En medio de la barbarie, la indiferencia
y la locura, Else tuvo un pequeño golpe de suerte y fue favorecida por una de
las Kapo del bloque, llamada Wanda, quien se apiadó de la pequeña y la condujo
a su barracón. Allí pudo al menos subsistir, ya que, de no haber sido por
ablandar el corazón de esa mujer, con total seguridad la niña no hubiese
sobrevivido.
Pasaba los días observando la
llegada de los nuevos convoyes a través de la alambrada, así como filas de
personas que caminaban en dirección a lo que luego supo eran los crematorios.
Se trataban de los judíos húngaros seleccionados para morir, aunque entonces lo
desconocía.
Poco tiempo después, Wanda
anunció a Else que ya no podía hacer nada por ella, y fue abandonada por
segunda vez. La niña fue enviada a los barracones principales, pero se dio
cuenta de que no estaban tan atestados como antes. Había habido una
"selección". Esa misma noche, se produjo una matanza en el campo de
concentración. El final de la guerra estaba próximo y los nazis
"necesitaban" borrar pruebas ante la inminente entrada de los rusos.
No deseo contar las atrocidades producidas esa noche, por lo que me voy a
limitar a decir que Else fue uno de los mil cuatrocientos gitanos excluidos de
ese horror y que, por palabras de la propia Else muchos años después, esas experiencias
"te joden la cabeza para el resto de tu vida" Fue enviada a otro
campo de concentración el 1 de agosto de 1944, al de Ravensbrück, al norte de
Berlín. Un día después de que la niña abandonase Auschwitz, el campo gitano fue
liquidado durante la noche. Allí Else sufrió de tantas privaciones y escarnios
que cayó en un estado cercano al coma, el cual también superó. Como si de un
cuento se tratase, una mañana de septiembre de 1944, Else fue conducida al
bloque de administración donde le dijeron sin más: "Vas a ser
liberada". Tras una espera que se le hizo eterna, vio entrar a su padre
adoptivo. La pequeña estaba demasiado impactada como para sentir nada, ni
siquiera sorpresa. Else supo después que sus padres lucharon con todas sus
fuerzas para "demostrar" que la niña no suponía ningún peligro y que
estaba integrada por completo en la sociedad alemana. Incluso el padre se
afilió al Partido Nazi como muestra de su lealtad al régimen.
Else y su padre tomaron un tren
que les devolvió a Hamburgo. Allí coincidieron con un oficial del ejército
alemán al que el padre de Else mostró las llagas de las piernas de su hija y le
dijo: "por esto es por lo que estáis luchando en el frente".
Else sobrevivió a la muerte, pero
nunca superó el hecho de que, día tras día y noche tras noche, pasara por su
lado y helara su corazón con su gélido aliento.
Ni el mejor psicólogo o
psiquiatra del mundo podría explicarme qué lleva a un ser humano a cometer
semejantes atrocidades y, lo que es peor aún, cómo es posible que alguien
pudiera estar convencido de que aquello era lo correcto, aun a pie de la horca.
Espectacular historia :O
ResponderEliminarLa verdad que ojalá alguien inventara una máquina para borrarnos según que recuerdos de la mente.
Dicen que no hay nada en la naturaleza que se parezca a la perfección del cuerpo humano y su cerebro, el conmutador perfecto que maneja toda esta máquina casi perfecta, casi digo, porque esos malditos recuerdos, los que esta valiente niña habrá llevado alojados en su cerebro para el resto de sus días, son los que hacen que tengamos "tara" .
No voy a comentar nada de esa gentuza que mataba y torturaba como quien come pipas, esta entrada no lo merece desde luego.