Este blog ha sido ideado para plasmar en palabras los grandes y pequeños acontecimientos que van apareciendo en nuestra vida. Tal vez muchos vayan dirigidos a ti, lector conocido. O tal vez a ti que, aún pensando que me conoces, nunca lo has hecho

sábado, 17 de mayo de 2014

El chachismo




En el año 1992 tengo una de esos recuerdos más bonitos de mi infancia ¡Qué tarde más inolvidable!

Fue un sábado cualquiera de aquel año 1992 cuando descubrí uno de los deportes más maravillosos y emocionantes que hay. El Baloncesto. Todo, gracias a mi padre.

En aquellos años, la ya extinta Yugoslavia estaba en guerra. Una guerra que también afectó al deporte de ese país y arrastró al mejor equipo de baloncesto yugoslavo a una pequeña localidad del sur de Madrid, hablo de mi ciudad, Fuenlabrada. En aquel momento, como es lógico, yo con mis 9 añitos no me preguntaba el por qué ese equipo jugaba todos los sábados en mi ciudad, allí estaba y no importaba nada más. Más tarde, viendo un documental de aquello supe el por qué. Pero bueno, eso es otra historia tan bonita como increíble...

Como os contaba, aquella tarde de sábado, mi padre nos llevó a mi hermano y a mí a ver un partido de baloncesto al pabellón de deportes de nuestra ciudad. Jugaba el Partizan de Belgrado. Y aquella tarde es cuando vi mi primer partido de baloncesto en directo y comencé a amar a este deporte hasta el día de hoy, hasta la noche de hoy.

- Mira Borja, ¿ves a ese de ahí que lleva la pelota?
- Sí papá...¿quién es?
- Se llama Danilovic y juega en el Partizan, hijo
- Anda...¿y es bueno, papá?
- Sí hijo, es el mejor del Partizan, igual acaba en la NBA algún día...

Dicho y hecho, aquel tal Danilovic fue el mejor jugador de aquel equipo Yugoslavo y al terminar ese año o el siguiente, se marchó a jugar a la NBA. Por cierto, aquel año, 1992, aquel equipo exiliado, aquel ramillete de jugadores yugoslavos de ventipocos años y que jugaba a 30 minutos de mi casa todos los fines de semana, ganó la Copa de Europa, sí, la Copa de Europa de Baloncesto. 

Han pasado ya más de veinte años de aquello y Fuenlabrada cuenta con una grandisima afición a este deporte y con un equipo en la primera división española. Todo gracias a aquel equipo, a aquellos chavales que no creían en guerras y sí en un deporte que concebían para divertirse, para amarlo sin reservas, para hacer disfrutar a los que iban a verles, para los niños como yo que comenzaron a amarlo para siempre.




Vamos al presente, a este maravilloso presente. La foto que aparece al principio de la entrada es el resultado de la semifinal de la Euroliga (vamos, la Copa de Europa) que se ha jugado hace apenas unas horas entre el Barcelona y el Real Madrid. Al ver el resultado final sobran las palabras ¿no?

El de la foto, el de la barba, es Sergio Rodríguez, es el chacho, un canario que ha retrocedido 20 años en el tiempo y ha querido ser como uno de esos chavales yugoslavos que jugaba para divertirse y olvidar esa maldita guerra. Su filosofía de juego es divertirse, hacer travesuras con la pelota, sonreir cuando falla los tiros y hacer sonreir a los demás cuando los mete. Para un madridista loco como yo, es un auténtico privilegio disfrutarle. Esta temporada le han nombrado mejor jugador de la Euroliga, lo que los americanos llaman MVP y hoy ha metido 21 puntos, ha dado 6 asistencias a sus compañeros y nos ha dirigido a la final del domingo con una forma de jugar e interpretar este deporte que no se veía en Europa desde hace 30 años. Lo llaman El chachismo. Divertirse, hacer de una cancha de baloncesto un parque de atracciones. Un lugar más en Madrid donde ir a divertirse. El chachismo. Esto es en esencia este Real Madrid de baloncesto.

Y no, no le pediría que ganara, ni a Llull, ni a Rudy, ni a Felipe, ni al entrenador Pablo Laso; le pediría a chachito de mi vida que se divirtiera como aquellos chicos yugoslavos que embobaron a un niño de Fuenlabrada hace 22 años. Le pediría eso, sí, sería injusto pedirle que ganara porque ya lo ha hecho pase lo que pase este domingo y lo que falte por venir. Ha conseguido algo mucho más importante que un resultado, que un palmarés, que un trofeo a guardar en una vitrina,  ha conseguido, han conseguido, embobar y conquistar a miles de niños como yo. 

¡Hala Madrid!

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