No quiero que nunca me toque la lotería. Y eso
que juego, pero quien me conoce sabe que necesito tener ilusiones del tipo que
sean. No quiero miles de miles o millones de euros en mi modesta cartilla de
ahorro. Quiero sentir que la vida no es nada fácil. Quiero luchar por ella y en
ella. Quiero aprender a levantarme porque así también aprenderé a caer.
Esta entrada es por y para mi amiga Silvia.
Para situar a esas personas que esporádicamente visiten este blog, ya sea por error o porque el azar del buscador de turno le haya llevado aquí, mi amiga Silvia es una de las personas más importantes de mi vida.
Para situar a esas personas que esporádicamente visiten este blog, ya sea por error o porque el azar del buscador de turno le haya llevado aquí, mi amiga Silvia es una de las personas más importantes de mi vida.
No nos presentó ningún amigo, ni siquiera
fue tomando una copa e incluso la más probable, compartiendo pupitre y
lapiceros. Una caída de ambos fue la que quizás hizo que nos
acercáramos a un sitio lleno de gente. Quien sabe. El tiempo, breve pero muy
intenso ahí dentro, hizo que fuéramos ladrillo a ladrillo forjando una de las
amistades más bonitas y sinceras que probablemente haya en no se cuantos
kilómetros cuadrados. Lo especial no puede nacer de lo
normal.
Si en mi camino no hubiera habido caídas, ella
no sería hoy esa persona tan importante en mi vida. Probablemente ni
existiría. Yo estaba en el suelo y ella me ayudó a levantarme con sólo regalarme
su amistad, con sólo hacerme saber que tenía una persona especial que me
ayudaría en todo. No me gusta decirlo y ella lo sabe pero, creo que yo también la
he ayudado a levantarse. Es el único secreto. Ayúdame y te habré ayudado
como decían Los Secretos en una hermosa canción.
Como iba diciendo, mi amiga Silvia es muy
especial para mí. Para que os hagáis a la idea de como es, de hasta que punto es
una persona tan especial, os invito a que cerréis los ojos e imaginéis que
estáis paseando por una senda de un bosque cualquiera. Metros y metros de
arboleda se elevan a vuestros pies. Apreciáis como la cálida y tímida luz solar
se filtra entre las hojas formando haces de luz que forman peculiares formas y
diversas tonalidades que se mezclan con el cantar del bosque y el rumor del
viento golpeando la elevada y basta vegetación. Entonces, dentro de este
escenario bucólico, veis en un margen del camino custodiado por dos bellos
árboles centenarios un cofre, un más que probable Tesoro. Y sentís que os
reclama, os atrae con especial magnetismo, notáis que hasta brilla, sí, percibís
un leve aura alrededor de él y entonces, os sentís especiales. Miráis a un lado,
a otro. Os preguntáis ¿por qué yo? ¿este tesoro es para mí?...
Silvia es eso. Un tesoro capaz de albergar la
más bonita de las sonrisas, el más sincero de los abrazos y la más bella
y cálida mirada que una amistad pueda contener.
Me gusta cuando estás en el suelo, te
agarro de la mano y te levanto. Me gusta porque siento que puedo ayudarte
gracias en parte a la fuerza y aprendizaje que mis caídas anteriores me han
dado. Me gusta porque nos hace crecer y aprender. Por eso me gusta caerme de vez
en cuando, porque sé que a ella le importa esa caída y hace que continúe con
ilusiones renovadas.
Ahora mi amiga Silvia no está en su mejor
momento pero, la digo desde aquí que se levantará. Lo sé. Es valiente, tenaz y
con unas ganas de vivir increíbles. Volverá su ilusión, aprenderá a levantarse
como tantas veces ha hecho ya. La quiero, de la manera más sincera que se puede
querer a una amiga. Puede que pienses que eres una persona más en el mundo, pero
para mí tú eres un mundo, de los pocos que tengo. Estoy aquí, Tesoro, nunca
te dejaré sola, es una promesa que nace desde el corazón y no desde la
palabra. Esta entrada, la que habla de caerse, de desmoronarse, de ver que no hay salida en ciertas situaciones en momentos extremos no es para ti. Para ti es la entrada que habla de levantarse, de mirar hacia delante, de este amigo que te adora por como eres simplemente. Maravillosa.
Y ahora dime, ¿por qué nos caemos?...